lunes, 21 de abril de 2008

Variedades geográficas, sociales y registros ¿Qué "lengua" hay que enseñar?


Una vez más, los lingüistas y las gentes de buena voluntad tendrían que poner las cosas en su
sitio: si alguien quiere expresar sus prevenciones hacia ciertas formas de hablar, que lo diga
abiertamente, si alguien quiere contemplar con miradas de sospecha a las personas que hablan de manera diferente, que lo manifieste sin rodeos (o mejor, que recurra al silencio educado). Pero
todo el mundo debería ser instruido para usar las palabras justas: un dialecto no es una desgracia, y usarlo nunca ha de ser motivo que despierte complejos de inseguridad y de inferioridad. Porque la lengua común para cualquier grupo de hablantes [...] no puede ser otra cosa que la coincidencia esencial de todas sus variedades, aquel denominador común que reúne a sus poseedores y que, tarde o temprano, hace que la soledad de nuestro campanario suene con voces semejantes, en una polifonía inextinguible. (J. TUSON, 1988: 93)
Uno de los prejuicios más extendidos en el ámbito de la educación lingüística tiene su origen en
confundir dialecto (geográfico), sociolecto y registro. Hasta hace bien poco, "hablar correctamente" la lengua española era sinónimo de hablar como lo hacen los gentes "cultas" de Castillo.
Analicemos este sintagma. Al decir las gentes cultas, se está haciendo referencia a un estrato
social, el de "los personas instruidas" (un grupo a menudo -aunque, desde luego, no siemprerelacionado con el nivel económico); su forma de hablar, por lo tanto, será un sociolecto o variedad diastrática. De esta manera, se excluye el habla de las personas "no instruidas" o "incultas", aquellas que utilizan formas de hablar "vulgares" (obsérvese las connotaciones negativas de todas esas denominaciones). Por otro lado, se asocia a las gentes instruidas con el habla "culta". Y, ahora, se está haciendo referencia a una variedad funcional o diafásica: el registro culto, en el que, al parecer, se expresan todas las personas de ese grupo social, incluso cuando se dirigen a sus criaturas o cuando charlan en el mercado o en el bar. Además, el modelo lingüístico es el de "las gentes cultas de Castilla", y al así decirlo se hace referencia a una variedad geográfica o diatópica, excluyendo como consecuencia a todas las "personas instruidas" que utilizan otros dialectos.
Al final, a partir de esa igualación entre "el habla correcta" y "el habla de las personas cultas de Castilla" -que confunde dialecto, sociolecto y registro-, nos quedamos con un grupo realmente reducido de hablantes y relegamos al sótano de la "incorrección" a la inmensa mayoría de quienes
tienen como lengua propia la lengua española.
Estas concepciones han tenido consecuencias, entre cómicas y dramáticas, en la enseñanza. El
profesorado -en la mayoría de los casos, con la mejor de las intenciones- ha destinado un tiempo
precioso a conseguir que su alumnado seseante pronuncie la consonante interdental, por ejemplo,
ejercicio inútil e innecesario. Actualmente, incluso la Academia acepta como rasgos normativos (de la norma meridional y atlántica) el seseo y el yeísmo (E. ALARCOS 1994), lo que, por lo menos, incluye dentro de la "correccción" a una buena  parte de Andalucía y a todos los países laitnoamericanos de habla española. Como escribió Emilio Alarcos: 
Hoy día concurren normas diversas en los vastos territorios donde se practica el español como
lengua materna (...). Se comprende y hasta se justifica que cada uno encuentre más eficaz y precisa la norma idiomática a cuya sombra ha nacido y se ha formado, pero ello no implica rechazo o condena de otras normas tan respetables como la propia. (E. ALARCOS LLORACH, 1994) 
Tendría que quedar del todo claro lo que de verdad nos ha de preocupar: que la gente, nuestro
alumnado, sea capaz de comunicarse bien y eso significa hacerse entender en todas las situaciones de comunicación que se producen en nuestro entorno (y entenderlo que nos dicen), lo cual exige hablar de manera apropiada al contexto, a los participantes, a nuestras intenciones
comunicativas, es decir, saber utilizar registros variados, cada uno acorde con todos esos parámetros en los que se produce la comunicación. Y nadie puede negar con argumentos sólidos el hecho de que cada variedad dialectal puede manifestarse en un registro coloquial y en un registro formal (o, si se quiere, "culto"). Las palabras de M. Vera, profesor de lengua española de
educación secundaria en Andalucía, comentan a este propósito lo siguiente: En cierta ocasión, hace ya algunos años, en el contexto de un seminario permanente, mantuve una discusión cordial con una profesora (de Educación Física) que sostenía, sin muchas más argumentaciones que la evidencia de la razón que ella creía tener, que en las escuelas andaluzas, como en las del resto de España, había que enseñar a pronunciar un perfecto castellano. Yo le argüía, con las razones que había venido aquilatando en los últimos tiempos, sobre lo razonable de que chicos y chicas conserven la modalidad del español que se estila por aquí, de no violentar excesivamente su habla materna y, como en cualquier otro sitio, aplicar nuestros esfuerzos a pulir su expresión y a enriquecerla, a ampliarles el horizonte léxico para utilizar con precisión el idioma, a capacitarlos para el cambio social de registro y a erradicar lo que en la conciencia colectiva de los hablantes son vulgarisMOS y vicios. (M. VERA HIDALGO, 1996)
 Amparo Tusón Valls en EL ESCENARIO COMUNICATIVO DEL AULA:
USOS LINGÜÍSTICOS Y REFLEXIÓN SOBRE LA LENGUA.


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