miércoles, 29 de mayo de 2013

La lengua que hablamos. (Artículo 7 de diciembre de 2011)

La lengua que hablamos 

Por Mempo Giardinelli

A propósito del Museo de la Lengua recientemente inaugurado en la Biblioteca Nacional, en varias notas de diarios, revistas y radios se lo identifica como “de la lengua española”. Y es curioso, porque tal categoría es un error conceptual, además de que no es la denominación oficial que le ha dado la BN al flamante museo.
Pero este yerro ya está instalado en el imaginario nacional contemporáneo. Lo que obliga a hacer algunas precisiones, porque nosotros hablamos Castellano, no Español.
Es claro que, como se dice comúnmente, hablamos la lengua de Cervantes. Pero es también la lengua de Sor Juana y de Sarmiento, la de Borges y Cortázar, y la de Neruda, García Márquez, Rulfo y tantos y tantas más que han creado una magnífica literatura que hoy nos expresa a más de 500 millones de personas, y es, después del chino mandarín, la lengua más hablada y leída del planeta por el número de personas que la tienen como lengua materna.
El Castellano es la lengua romance que ha logrado mayor difusión en el mundo contemporáneo. Es uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas; el segundo más estudiado en el mundo después del Inglés y el tercero más usado en Internet.
Pero es Castellano. No Español, como se popularizó en el mundo última y equivocadamente, y por diversas razones políticas y económicas. Entre ellas, el avance de Telefónica en América y la creación del Instituto Cervantes como avanzada política cultural de España en el mundo. Lo cual estuvo muy bien para ellos, pero limitó el término “castellano” a designar el dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, y que se habla en esa región. Contribuyó a ello la fácil traducción del gentilicio: Spanish, espagnol, Spanisch, spagnolo, espanhol, etc.
“El término español resulta más recomendable por carecer de ambigüedad”, declara ambiguamente el Diccionario Panhispánico de Dudas, en su edición de 2005. Pero entre nosotros hace ya 200 años que ese enorme lingüista que fue Andrés Bello advirtió el eje de la cuestión, al titular su obra principal, Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Un título perfecto.
Bello explicaba: “Se llama lengua castellana (y con menos propiedad española) la que se habla en Castilla y que con las armas y las leyes pasó a América, y es hoy el idioma común de los Estados hispanoamericanos”.
“Hoy no hay foco de conflicto con la RAE porque tiene un nivel de comprensión de las singularidades dialectales en América latina”, razona Horacio González. Lo que es cierto, pero no clausura la cuestión. De hecho, y no dudo de que HG lo comparte, el asunto está vigente entre nosotros, e incluso no termina de resolverse en España. La vigente Constitución Española de 1978, posterior a la caída del franquismo, define: “El castellano es la lengua española oficial del Estado (...) Las demás lenguas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas”.
No es dato menor que fue a partir de los ’90 que se inició la reconquista de la América latina por algunas grandes casas editoriales de España, que se transnacionalizaron comprando empresas locales, de México a Buenos Aires.
Nuestra lengua viene de la península, desde ya, pero se ha enriquecido y complejizado con muchísimos aportes propios, y hoy se compone de elementos lingüísticos extraeuropeos que merecen estudio y reconocimiento y la hacen otra, una y múltiple. El Castellano Americano que nos identifica y hermana políticamente recoge tradiciones propias y enlaza parentescos nacidos de esta tierra prodigiosa a la que vinieron millones de extranjeros para asimilarse y enriquecer su carácter, creando una cultura latinoamericana que necesariamente es un fruto plural y que tiene expresiones peculiares y su propia y riquísima tradición literaria. Y así es leída en todo el continente, porque ha sido y es escrita en el Castellano de América.
Hace poco, en la Universidad Federal de Niterói, en Brasil, me tocó inaugurar el 14º Congreso de Hispanistas de ese país, donde nuestro idioma está adquiriendo un notable desarrollo gracias a políticas públicas que advierten la importancia de la lengua que los rodea en todo el continente y que expresa a casi 40 millones de latinoamericanos de todos los países (excepto Chile) con los que Brasil tiene fronteras. Y allí observé el mismo fenómeno: la cuasi imposición de la denominación Español para una lengua –la nuestra– que en realidad es el Castellano Americano que se habla, escribe y lee en Nuestra América.
El asunto no es nuevo. En tiempos de Perón, por cierto, se estudiaba “Lenguaje Nacional”. Y cuando yo era chico estudiábamos “Castellano” de primero, segundo y tercer año; y luego, en cuarto y quinto, Literatura Universal e Hispanoamericana. Hoy se impuso una deslavada e imprecisa “Lengua” mientras se populariza la creencia de que hablamos “Español”.
La importancia del idioma en la formación de una identidad, así como la propiedad, el uso coloquial y la enseñanza de la Literatura no son asuntos menores ni superfluos. Ya Don Juan Filloy lo subrayaba en los albores de la democracia, cuando resaltaba la pobreza coloquial de los argentinos, que usaban poco más de mil vocablos de una lengua que tenía entonces 73.000.
Un cuarto de siglo después las cosas no han mejorado. Hoy, con los aportes de todas las academias correspondientes de la América hispana, nuestro idioma supera los 90.000 vocablos, pero sigue siendo urgente detener la pobreza lexical, la pauperización expresiva y la extranjerización agresiva y aculturizante de nuestro pueblo. Y si ni siquiera sabemos el nombre correcto de la lengua que hablamos, la cosa es más grave aún.

Castellano de telenovela

SOCIEDAD › LOS CHICOS ISRAELIES QUE HABLAN ESPAÑOL "ARGENTINO" SIN HABERLO ESTUDIADO. Página 12. http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-34781.html

Castellano de telenovela

Profesores de español en Israel observan asombrados cómo muchos adolescentes saben hablar castellano sin haberlo estudiado nunca, gracias a las telenovelas. Y lo hacen en la variedad argentina. Los chicos reclaman que en las escuelas se enseñe más español.
 Por Andrea Ferrari
Los profesores de español en Israel empezaron a observar en los últimos años un extraño fenómeno: llegaban a sus cursos alumnos jóvenes, en su mayoría chicas adolescentes, que sabían hablar con cierta fluidez, pero no habían tomado una sola clase de español en sus vidas. Casi siempre utilizaban la variedad argentina, con el “vos” y el yeísmo incluidos. Lo que parecía un misterio se fue develando de a poco: habían aprendido castellano viendo telenovelas argentinas. El fenómeno, que empieza a estudiarse a nivel académico, viene acompañado por un aumento del interés por el español en todo el país y una presión de los estudiantes secundarios para recibir más clases de esta lengua. Tanto es así, que en un canal de televisión están a punto de lanzar un programa con formato de telenovela y actores argentinos para aprender español.
Es sabido que las telenovelas argentinas tienen un éxito rotundo en Israel. En particular las dirigidas al público adolescente, como Rebelde way o Rincón de luz, generan un verdadero fanatismo y en cada visita los elencos son asediados por hordas de chicos en éxtasis. Los protagonistas de estas novelas han sido contratados para hacer publicidades de todo tipo, desde un shampoo hasta un banco pasando por hamburguesas. En esos avisos, suelen hacerles decir casi todo el texto en español, lo que parece incrementar su encanto ante el público israelí.
Hay dos claves para entender el auge del español: la primera es que en Israel no se traducen las novelas, sino que se trasmiten subtituladas. La segunda es la cantidad de horas de telenovela que los chicos tienen en su haber: actualmente hay unas 30 tiras en el aire. Existe un canal, llamado Viva –propiedad del argentino-israelí Yair Dori– dedicado exclusivamente a trasmitir telenovelas latinoamericanas. 
Revolución desde abajo
La argentina Ivonne Lerner viene observando la evolución de este fenómeno en los últimos años desde el Instituto Cervantes de Tel Aviv, donde es profesora de español. “Nosotros empezamos a registrar que venía gente a hacer el examen de nivel y aunque nunca habían estudiado español, sabían hablarlo y los destinábamos a un nivel cuatro o cinco –cuenta–. Eran, sobre todo, chicas de entre 13 y 16 años. Para nosotros era un misterio cómo habían aprendido, pero lo hablaban con fluidez y corrección, y casi siempre con la variedad argentina. Al final solían decirnos que lo habían aprendido a través de las novelas. En términos generales, se observa que prácticamente desapareció el nivel de principiante absoluto, aquel que nunca escuchó o no sabe ninguna palabra en español. Eso prueba cuán presente está la lengua en la vida cotidiana.”
El fenómeno no sólo se observó en los institutos que enseñan español, sino también en los colegios. Beatriz Katz está a cargo de la Inspección General del Español en el Ministerio de Educación y enseña la lengua desde hace muchos años. “El interés es creciente día a día y a diferencia de otras lenguas los chicos vienen con una notable riqueza de vocabulario, de modo que no se puede decir que sean principiantes –explicó a este diario-. Cuando yo les pregunto a mis alumnos de 15 y 16 años cuándo y cómo se iniciaron con el español me dicen que fue a los 9 o 10 años, con los primeros programas que llegaron aquí al país.” Según los estudios realizados, la cantidad de escuelas interesadas en incorporar la enseñanza del español creció casi en un 50 por ciento en todo el país. “El interés alcanza tanto a chicos como a chicas –agrega–. En zona norte es más notorio la cantidad de chicas, pero en otras zonas es parejo.”
Katz señala que “a otros niveles de la sociedad la difusión del español empezó antes, gracias a la literatura y los viajes. La gran diferencia es que con la telenovela se llegó a otro público, que ahora exige que la escuela le dé la posibilidad de estudiar español. Las lenguas oficiales son el hebreo y el árabe. Y el inglés es la primera lengua extranjera en todos los niveles. Pero en el nivel intermedio existe la posibilidad de elección y cada vez optan más por el español. Sabemos que las necesidades del país son otras y que tendríamos que dominar el árabe. Sin embargo, los chicos piden el español, que les suena musical y les fascina. Y si bien conocen las diferencias entre las variedades, en general usan la argentina: les resulta más familiar”. 
Lerner habla de una “revolución desde abajo”. En un trabajo sobre la sociolingüística del español en Israel, presentado recientemente en Madrid, la profesora argentina sostiene que “el español está en auge en las escuelas media y secundaria y aquí reside su mayor potencial de crecimiento. En mi opinión nos encontramos ante una suerte de “revolución desde abajo”, ya que la expansión del estudio del español en las escuelas se está dando por presión del alumnado y sus padres y no por una imposición por parte de las autoridades”. 
El maestro Bermúdez
Más allá del idioma, las novelas dirigidas a los adolescentes tienen una capacidad de influencia que no les hace tanta gracia a muchos israelíes. “Hubo críticas muy negativas por parte de educadores y padres –sostiene Katz–, si bien reconocen que los chicos han ganado una lengua, hay muchas cosas con las que no están de acuerdo y consideran que a menudo los contenidos no son apropiados para los chicos que las ven, cuya edad es cada vez más baja.” Para enfrentar esas críticas el canal pone al aire después de la tira una mesa redonda con psicólogos donde se tratan los contenidos del programa.
La última idea ha sido juntar las dos tendencias en auge: la locura por las novelas junto con el interés por aprender español. Eso da como resultado un producto que se está filmando actualmente y que intentará enseñar la lengua con un formato de telenovela. Los protagonistas elegidos por el canal Viva son Gustavo Bermúdez, que viajó a Tel Aviv para la grabación, y Débora Abramson, una actriz argentina que emigró a Israel hace dos años y que aún se sorprende ante el fanatismo por las tiras argentinas. “La avidez que hay de mirar telenovelas es increíble –le dijo a Página/12–. Y es notable la presencia del español: yo tengo una hija de 12 años y casi todas sus compañeras de colegio hablan algo de castellano gracias a la televisión.” El canal le encargó al Instituto Cervantes un programa para enseñar la lengua, en el que se incorporan cada día nuevos contenidos. Y luego los guionistas armaron la historia. “Es una telenovela corta, tipo sitcom, con mucho humor, si bien no se perdió de vista que lo más importante era la enseñanza del idioma”, sostiene Abramson. La variedad lingüística enseñada es un híbrido: si bien los actores tienen dicción argentina, utilizan el “tú” como requisito de la institución que diseñó el curso.
Lo cierto es que el español de telenovela entró en Israel de una manera que no debe tener antecedentes en el mundo y hasta impregna el hebreo. Como muestra, una palabra: “telenovela” se utiliza en español, pero su plural dio lugar a un extraño término: “telenovelot”.

Apuntes sobre el lenguaje de los argentinos por Isidoro Blaistein

Apuntes sobre el lenguaje de los argentinos

El ingenio popular ha cristalizado a menudo en frases anónimas que enriquecen el habla de un país. Esas creaciones lingüísticas terminan por formar parte del acervo de una lengua y se repiten mecánicamente hasta que casi no se repara en su significado. Para quien sabe escucharlas, revelan algunos de los rasgos esenciales de un puebl
Hace quince años, el escritor boliviano Néstor Taboada Terán me hizo una entrevista para un diario de su país. En mitad de la conversación, deslicé la frase "Eso es más malo que pegarle a la madre". Primero me miró con estupor, después se rió a carcajadas y después, mucho después, me mandó por correo un ejemplar del diario donde estaba la nota, encabezada con grandes titulares catástrofe que decían: "Es más malo que pegarle a la madre".
Ese dicho que para nosotros los argentinos es moneda corriente era desconocido en otro país, y si realmente algo es malo, atroz y deleznable es justamente pegarle a la madre.
Muchas veces, la repetición y el uso, la frecuencia y el abuso hacen desaparecer el significado literal de expresiones que se cristalizan en el habla; repetimos la frase mecánicamente sin reparar en la magnífica creación popular que ha rescatado el magnífico esplendor de la lengua. Comparaciones como "más bruto que un par de botas", "serio como perro en bote", "refaloso como teléfono de carnicero" o "más flaco que piojo de peluca" tienen una belleza lingÜística tan eficaz que llegan a lo poético.
Pero si es cierto que en América latina compartimos el mismo idioma, en el habla coloquial una misma palabra no tiene el mismo significado. Estando en Chile, en un congreso de literatura, para llenar los huecos de la conversación, le dije a una señora: -Así que vos tenés chicos.
-Oh, sí -me dijo, toda sonriente, toda contenta-, tengo dos lolas muy grandes.
-Pues nunca lo digas en Buenos Aires -le expliqué. Y le expliqué también qué significan laslolas en el lenguaje de Buenos Aires. Sucede que, en Chile, lolas son las adolescentes. Viene de Lolita , la célebre novela de Vladimir Nabokov.
La justeza verbal de ciertos dichos populares los convierte en creaciones inolvidables. En Entre Ríos, se dice: "Uno tras otro, como trompada de loco" y, cuando alguien no tiene arreglo, "Al pedo llora la madre cuando el hijo es calavera". Cerca de Villaguay, oí decir: "No soy monedita de oro pa´ gustarle a todo el mundo". Y en el Chaco, una advertencia que, para mí, resume la quintaesencia de toda descalificación. Alguien pretendía a una muchacha y la madre de él, no la de la muchacha, le dijo: "Apartáte, m´hijo, no es maíz pa´ tu locro".
El último invierno, en medio de una tormenta indescriptible, munidos de salvavidas de corcho, atravesamos el río Iguazú para llegar a la Garganta del Diablo. El ruido incesante de las cataratas, los relámpagos, el furor del agua, la lluvia torrencial, me hicieron recordar uno de los grabados de Gustavo Doré que ilustran La divina comedia . El botecito de aluminio se inclinaba en vaivén casi hasta tocar el agua. Entonces, al mirar las caras de los demás pasajeros, comprendí de inmediato el dicho: "Más serio que perro en bote".
La gente sencilla tiene, a veces, reflexiones sorprendentes. Una tarde presencié un hecho que relaté en mi libro Anticonferencias . Había ido a visitar a un amigo al Hospital Rivadavia. Había un señor con un piyamita azul dando vueltas por la sala. Alguien preguntó la hora. Uno dijo las cinco y diez, otro las cinco y cinco, otro las cinco menos diez. El señor del piyamita dijo: "Señores, disculpen, son las cinco. Lo acabo de oír en la radio. Ahora, como mi radio es muy ordinaria...".
A través del tiempo, los cambios que se han ido produciendo en nuestro lenguaje coloquial marcan el cambio de nuestras costumbres. De alguna manera, la historia del cambio de nuestras costumbres es la historia del cambio de nuestra lengua coloquial.
Hoy en día, la palabra promoción queda reducida a promo y la paz interior, tan difícil de lograr, se apocopa en tranqui . Los padres son pa ma y todo está rebién .
Pero no solamente la forma, sino el sentido de las palabras fue cambiando. Para nuestros abuelos, expresiones como "debemos consensuar ", "proviene del riñón del menemismo ", "objeto bizarro ", "el referente " o "el imaginario colectivo" serían una fuente de perplejidad, porque, para nuestros abuelos, bizarros eran los granaderos, que cruzaron el Ande colosal, y los colectivos no eran imaginarios , eran un invento argentino que surcaba las calles de la ciudad desde 1928.
Por el contrario, las frases "Es un piojo resucitado ", "eso está escrito a la que te criaste " o "¡Hijo! ¡Qué me has traído a casa! ¿Una milonguita ?", sonarían raras a los oídos de los jóvenes rockeros.
Hacia los cuarenta, la supremacía del tango era evidente. Más o menos por esos años, había una confitería o bar danzante que se llamaba Marzotto. Qué pensaría la juventud de hoy al ver y oír la siguiente propaganda: -¿Adónde va, don Otto?
-A Marzotto.

DE CADA PUEBLO UN PAISANO

"¿Hablo yo o pasa un tranvía?Así se decía antes, cuando alguien intentaba ser escuchado. En general, era el padre que golpeaba sobre la mesa, a la hora del almuerzo.
Hubo una época en que la vida de un porteño estaba signada por el tranvía. Cuando era niño, papá y mamá le cantaban: "Talán, talán, pasa el tranvía por Tucumán". De adolescente, le gritaban: "Dejá la puerta abierta, nomás, ¿naciste en un tranvía vos?" Y de adulto, siempre había alguien que, melancólica y poéticamente, le decía: "A los 20 años, cualquier tranvía te deja en la puerta".
Los cimbronazos que en nuestro país fue soportando el valor del dinero tuvieron su correlato en el habla popular. Las distintas denominaciones fueron del mítico patacón hasta el inasiblepalo verde . El papel moneda tuvo cocineros canarios fragatas y fue pasando de la Libertad con gorro frigio a la Justicia con la balanza en la mano pero sin venda en los ojos. Como ocurrió con aquel famoso billete de un peso: la Justicia no tenía venda en los ojos y miraba fijo hacia algún lado.
La crisis del 30, el desmesurado aumento de la pobreza, la carencia y la imposibilidad de renovar, por ejemplo, la vajilla o la vestimenta se hicieron sentir en el lenguaje. El ingenio popular había creado un dicho: "De cada pueblo un paisano". "De cada pueblo un paisano" aludía al rejunte : una heterogénea vajilla desportillada o una vestimenta compuesta de un saco sport, un pantalón de un ambo y un chaleco de un terno; todos, por supuesto, de distintos colores.
De mi niñez en Entre Ríos recuerdo un dicho extraño: "Agarrá grande y andáte lejos". De chico no lo entendía muy bien hasta que, muchos años después, en Buenos Aires, conocí a un entrerriano singular, el doctor Francisco Belgeri, quien me regaló un diccionario gauchesco de su autoría, que tenía la particularidad de estar escrito en verso. Es hasta ahora el único diccionario en verso que conozco.
El me explicó el significado de este dicho que a mí me sigue pareciendo misterioso, casi metafísico: "Agarrá grande y andáte lejos". La cosa viene de los asados en las estancias. El gaucho entrerriano es de una profunda delicadeza y no le gusta que lo vean comer. Sobre todo si está en la estancia del patrón.
También me relató este diálogo que oyó en un baile en Gualeguaychú. Un paisano atraviesa el piso de tierra apisonada y regada, se acerca a la chica y le dice: -¿Quiere valsear?
-Disculpe, joven, pero estoy tan sudada.

FÓSFOROS Y CERILLAS

En la escuela primaria, debíamos pronunciar la elle cuando decíamos lluvia , y en todas las canciones patrióticas. Y además debíamos decir cerillas y no fósforos, colilla y no pucho . Debíamos aprender que la anarquía del año veinte estaba llena de guerras intestinas , y que el estómago tiene forma de gaita gallega . Había que decir niño , nunca chico y menos pibe .
En sexto grado, tuvimos un maestro que nos había enseñado que el francés era el idioma de la diplomacia y que por eso primaba. Nos quedó lo de primaba . Era cierto. Las madres solían decir "Qué tanto rendez-vous !" o "Se hizo solo, sin réclame " (esto quería decir bajo perfil). Todos los zapatos eran beige, las faldas tenían plissé-soleil , y mis cinco hermanas se hacían la croquignole .
Ese mismo maestro nos había enseñado que no debíamos decir fútbol sino balompié . Esta expresión nos causaba gracia y por eso nosotros seguíamos diciendo fútbol , o fulbo , y si nos queríamos hacer los cultos, fóbal . Decir fulbo era de ordinarios, pero decir fóbal era de finos.
Lo que hoy es el zaguero se llamaba antes fullback , pero para nosotros era el fulbá . Y como había dos, eran los dos fulbás . Lo único más o menos parecido al inglés era elcentroforward . Y el off-side , lo que hoy denominamos "posición adelantada", era para nosotros el orsái . Esa palabra eterna que Homero Manzi hizo inmortal en las estrofas del tango: "Si el alma está en orsái , che bandoneón". Esta palabra orsái quedó y quedará en el habla natural de Buenos Aires. Quiere decir que uno está descolocado, fuera de lugar, y a veces para siempre.

PROMETEO Y GARDEL

Dos países pueden tener más similitudes lingÜísticas que dos provincias de un mismo país. Los porteños tenemos más semejanzas con los uruguayos de Montevideo que con los jujeños. Un río nos separa. Pero yo recuerdo otro río, el de mi infancia. El río Uruguay, que separa Concordia de la ciudad de Salto, donde nació Horacio Quiroga. El lenguaje de las dos ciudades era prácticamente igual: llamábamos caldera a la pava del mate, y los chicos erangurí y g urisa .
Pero esta similitud de lenguaje tenía su base económica. Recuerdo hoy, como si la estuviera viendo, a mi hermana María, golpeando desaforadamente la cáscara de huevo. Después de los primeros golpes a la cáscara sobre la mesada de la cocina, le daba con el mortero, dale que dale. No sé cuánto calcio podría extraer de la cáscara de huevo, ni con qué la diluía, pero sí sé que había que tomarlo, había que beber ese brebaje porque, como ella decía, "fortifica los huesos".
Mientras le daba al mortero, mi hermana escuchaba Radio Salto. Bien tempranito, se hablaba de la temperatura y se pasaba el informativo. Pero a María lo que más le interesaba era los precios de "las propagandas". Al mismo tiempo, otras mujeres de Salto, no sé si moliendo en el mortero cáscaras de huevo o no, escuchaban con el mismo fervor Radio Concordia. De acuerdo con los precios, la gente se tomaba la lanchita y en veinte minutos cruzaba el río. Los de Salto compraban en Concordia y los de Concordia compraban en Salto.
Carne o fideos, tobralco o percal, saldos de percalina, dulce de leche, en fin, todo lo vendible y lo comprable. Hubo algún pícaro en Concordia que traía desde Salto rollos de papel higiénico. Esto no tendría nada de particular, tampoco nada de malo, salvo que, dentro del canuto de los rollos de papel higiénico, venían ocultos los relojes pulsera de contrabando. Pero ésa es otra historia.
Los dichos provincianos tienen una precisión sutil. En el campo, yo tenía un pariente que tenía un defecto, un tic, el defecto de parpadear, parpadeaba constantemente: lo llamabanletrero luminoso . El porteño, en cambio, a semejanza de aquellos maestros orientales, aquellos que se llaman maestros de una sola palabra, tiene un gran poder de síntesis: llama a Gardel el Mudo , y a Uriburu ocho y veinte, por los bigotes, por la inclinación del ángulo de los bigotes, que marcaba las ocho y veinte .
Mi cuñado el agrimensor, casado con mi hermana Paulina, hablaba siempre de un jefe de Vialidad a quien llamaban Prometeo . Y lo llamaban Prometeo porque siempre andaba prometiendo aumentos, traslados y viáticos y nunca cumplía.
"Andá a cantarle a Gardel" abre, en pocas palabras, un mundo de significaciones: puede significar indistintamente "es inútil que reclames", o "no te pases de vivo", o "no te quiero ver más", o "me revienta tu presencia".
De esta multiplicidad de significados que tiene el despojado idioma de los argentinos, hecho de sustracciones y sugerencias, se ha nutrido Borges. En la escritura de Borges se perciben claramente la rígida sentencia del criollo: "Alto lo veo y cabal/ con el alma comedida", y la elegancia de las frases que tienen el ritmo del tango: "El tango hacía su voluntad con nosotros y nos arreaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar".
Otro recurso natural y habitual en nuestra lengua cotidiana es la ironía. Años atrás, más o menos a la altura del aeroparque Jorge Newbery, había una playa. Una playa que era un desastre. Tenía dos palmeras raquíticas, un puesto de sándwiches de chorizo todo grasiento, baños innombrables, casillas indescriptibles. Las hermosas muchachas en biquini tenían que caminar cautelosamente por la arena plagada de botellas rotas. Esa playa era conocida en Buenos Aires con el nombre de Saint Tropez .

MINA QUE FUE EN OTROS TIEMPOS

"Soy una mina profesional", me dijo una señora muy compuesta, aludiendo a su condición de abogada. "¡Cómo cambian los tiempos!", pensé. "Pensar que antes la palabra mina no se pronunciaba delante de la madre."
Recuerdo que después de la guerra, por los años cincuenta, comenzó a llegar una inmigración distinta. Hombres solos (algunos se inventaban una profesión, como los llamados ingenieri desarmistas ), que ansiaban hacer fortuna, traer rápido a la novia de allá y casarse acá. Llenos de nostalgia, mostraban la foto de la chica que los esperaba. Fue así como se acuñó el dicho, un dicho de rara perfección y terrible sabiduría: "¿Qué hacemos con la foto si la mina está en Italia?" Se usaba para zanjar discusiones inútiles y ahuyentar a cualquier teórico.
Ahora nos enteramos por la radio de que el queso sufrió una ponderación del 5 por ciento. Antes, los economistas no se metían con esta palabra. Antes ponderar era hablar bien de alguien. Yo recuerdo a mi madre y a mis cinco hermanas (cuando eran solteras), y mi madre las ponderaba delante de los candidatos: -Sírvase, joven, esta torta la hizo la nena.
En realidad, la torta había sido comprada por mí en la panadería y confitería El Cañón de Villa Urquiza. Había también una propaganda: Toda ponderación es poca.
Tome sidra Carioca.
Nuestra historia de los últimos años es la historia de nuestras frustraciones. Poco a poco se fue gestando una desconfianza básica y nació entonces la palabra que mejor representa a la época actual: trucho . Todo es trucho : el fiscal es trucho , el abogado es trucho , el médico es trucho , el diputado es trucho .
La palabra trucho nos hace dudar de la realidad; nos hace sospechar que la realidad no existe, que es un juego de representaciones, espejismos que se inventan para ocultar el delito, malabares del dolo. La palabra trucho señala la irrealidad de nuestra realidad.
Pero creo que una cosa es el uso natural del lenguaje, y otra cosa es el uso forzado. Cuenta Borges que había una época en que la moda era usar el lunfardo y los críticos de aquella época le enrostraban a Roberto Arlt el hecho de que no usase suficientes términos lunfardos en su obra. "Sabe lo que pasa", le dijo Arlt a un periodista. "Sabe lo que pasa, yo me crié en Villa Luro, entre malevos, y no tuve tiempo de estudiar esas cosas."
Esta lúcida respuesta de Roberto Arlt es todo un símbolo. Nos muestra y nos demuestra que el lenguaje popular no tolera artificios ni imposiciones. Hace su propia vida.
Como todo lo que está vivo, el lenguaje coloquial crece, se desarrolla y después muere. Ya nadie dice tiquismiquis botarate biógrafo pajarón , quedan algunos otarios y hay quien pronuncia grip en lugar de gripe .
Nuestro lenguaje coloquial implica una ejercitación poética constante que, de alguna manera, nos rescata de la angustia cotidiana. Busca la salvación por el humor y como toda creación conjura el fracaso. Nos hace pensar que quizá Borges tenga razón: "La esperanza nunca es vana". .
Por Isidoro Blaisten 
Para LA NACION - Buenos Aires, 2000
http://www.lanacion.com.ar/215937-apuntes-sobre-el-lenguaje-de-los-argentinos

Para evaluar la comprensión del concepto de Sociolingüística

http://www.textosenlinea.com.ar/paginas/TP%203/index.html